Hay una palabra que me encanta: saboer. La oí hace tiempo, no la busquéis en el diccionario, es una palabra inventada. Significa «saber para saborear» y es de Déborah García Bello, una divulgadora científica y de arte extraordinaria (¡os recomiendo que la busquéis en Youtube!). Pensé en esta palabra en el momento que decidí escribir acerca de una escultura que no es figurativa, que en su día fue polémica, y que posiblemente no le guste a todo el mundo. Explicaré lo que he aprendido de la obra, el porqué me gusta y finalmente haré alguna interpretación más personal. ¡Vale! ¡Vale! ¡Todo esto está muy bien, pero de qué escultura hablo!. Si paseamos por el Cerro de Santa Catalina, en Gijón, frente al mar, disfrutaremos de una buena vista. En el año 1990 el escultor vasco Eduardo Chillida marcó un punto en ese lugar. Erigió una estructura de hormigón a la que bautizó como «Elogio del horizonte«. ¡Hay que reconocer que supo elegir un nombre bonito! Desde entonces quien pasa por allí se para y le presta atención. Es una obra que une la escultura con la arquitectura y que es ya un símbolo de Gijón.
El nombre, «Elogio del horizonte«, nos da muchas pistas para la comprensión de la obra y los materiales empleados también nos van a ayudar a interpretarla. Empecemos por el hormigón. Este material se usa principalmente en obra civil, no es «bello», es funcional, más o menos resistente y es raro su uso en obras de arte. La elección de Chillida no es caprichosa y me detendré un momento en lo más obvio. La escultura, como simple objeto, es un elemento necesario que forma parte de un todo más complejo. Como he dicho antes no es arte figurativo. Su belleza artística no es puramente formal, puede que no nos emocione la contemplación de la obra de hormigón en sí misma, puede que haga falta algo más. No es mi caso, pero esto es una opinión en la que entran en juego las emociones. Me pregunto cómo es posible que algo tan grande y pesado parezca ligero. Tras esa liviandad hay un diseño consciente: pilares curvos, vacíos, elipses. Hay unas formas que no son caprichosas y que hacen que queramos entrar en la escultura, que se convierta casi en un templo. Un arco abierto que reposa sobre los muros se extiende para abrazarnos y nos invita a entrar por su gran puerta. Debemos estar en su interior, dar el siguiente paso, en definitiva, debemos completar la obra. Antes ya han entrado otros, la hierba ya no crece.
Ahora comprenderemos el nombre: «Elogio del horizonte«. Frente al mar, la ventana. Lo que antes llamábamos «una vista» adquiere una dimensión humana. Estamos en medio, entre la medida del ser humano y la Naturaleza. Ha focalizado nuestra atención como si fuese una pantalla de cine, qué vemos y cómo lo vemos, somos conscientes de nosotros mismos frente al horizonte que se extiende ante nuestros ojos. Ahora alzamos la cabeza, allí donde hay otro horizonte, más insondable y extenso todavía. El techo abierto es otra pantalla más con imágenes que escapan de los límites terrestres y se pierden en el Cosmos. Mientras tanto la banda sonora es como la del interior de una caracola.
Para mí es una escultura pensada para envejecer, para transformarse. Ideada con intención de erosionarse. Situada en un entorno golpeado por la sal, el viento, la arena y el tiempo. Una estructura armada con un esqueleto de metal que se oxida como un organismo que envejece. El hormigón como piedra hecha por el hombre. Piedra artificial que volverá a ser piedra natural con el paso del tiempo. La construcción humana hecha para elogiar el horizonte. Es la admiración a la Naturaleza en todas sus formas. Por eso la encuentro tan maravillosa. Su aspecto exterior imponente, su ligereza, sus formas, el uso de los materiales… me parecen extraordinarios pero me gusta pensar que es una obra que está viva y continuamente cambiando.
Ahora os toca a vosotros. Podéis usar los comentarios para opinar sobre la escultura, si os gusta o no, si la habéis visto o tenéis ganas de verla o lo que pensáis sobre este tipo de arte. ¡Lo que queráis!
¡Hasta pronto!