Isla Mauricio está situada sobre el Trópico de Capricornio en el sureste del continente africano. Sus costas están bañadas por las luminosas aguas del Océano Índico. Álex y Trini habíamos estado ya en la isla en el año 1992 y queríamos volver con Clàudia ya que nos había gustado mucho. Al pensar en Isla Mauricio nos vienen a la cabeza imágenes de sus bonitas y paradisíacas playas, algunas de ellas con césped hasta la orilla. Pero Isla Mauricio tiene muchos tesoros escondidos y los Janonautas, en esta entrada, os vamos a mostrar uno de ellos: la Tierra de los Siete Colores de Chamarel. La isla tiene una dimensión aproximadamente como la de Tenerife. Se recorre fácilmente y se puede alquilar un coche e ir a tu aire. La única precaución que se debe tener en cuenta es que se conduce por la izquierda, herencia de su pasado británico.

Para visitar esta rareza geológica que es la Tierra de los Siete Colores de Chamarel se tiene que tomar la carretera que lleva de la costa suroeste hasta el interior. Es un camino que discurre por una zona montañosa pero en la que se encuentran numerosos miradores donde parar y poder admirar la bonita costa mauriciana.
Al llegar al pueblo criollo de Chamarel hay un desvío que indica que a dos kilómetros se encuentran la Tierra de los Siete Colores y la Cascada de Chamarel. Tanto el pueblo como la Tierra de los Siete Colores deben su nombre al francés Charles Antoine de Chazal de Chamarel que era el propietario de toda la zona y en la que tenía una gran plantación de café. El camino hasta la Tierra de los Siete Colores está rodeado de campos de caña de azúcar, café y palmeras. Al entrar en el recinto se debe pagar una entrada para dejar el vehículo.
Lo primero que se encuentra es la Cascada de Chamarel. La caída del agua es de casi cien metros de altura y está rodeada de una vegetación densa y salvaje. El caudal de agua aumenta en los meses del verano mauriciano (de diciembre a marzo). Desde el camino se tienen muy buenas vistas y es muy fácil descender a pie hasta la base de la cascada.
A unos 300 metros de la cascada se encuentra la Tierra de los Siete Colores. Esta zona está protegida con vallas de manera que no se pueda pisar. En nuestra anterior visita a la isla pudimos pasear sin problemas por encima de las dunas multicolores pero ahora no es posible.
Trini sobre las dunas de Chamarel en nuestra anterior visita en la que no se protegía este espacio natural.
En la zona de la Tierra de Siete Colores, el terreno cambia abruptamente y la densa vegetación se convierte en un manto de dunas onduladas de siete tonos distintos en una sinfonía de colores sorprendentes. La tonalidad varía según la luz del día. Los colores van desde el ocre al marrón, pasando por el verde y el rojo.
Este fenómeno es único en el mundo y tiene su origen en las cenizas volcánicas que contienen óxidos minerales de diferentes colores y densidades por lo que no se pueden mezclar. Según la información que te facilitaban si se mezclan las tierras en un tubo de ensayo al cabo de unos días se separan diferenciándose espontáneamente una de las otras.
Junto a la Tierra de los Siete Colores hay un pequeño recinto con tortugas gigantes, muy típicas de la isla. Nos acercamos a la zona y pudimos verlas desde una cierta distancia.

Volvimos al coche y dimos por terminada la visita a una de las atracciones más visitadas de Isla Mauricio. Nos ha gustado mucho, como en la visita anterior, y los Janonautas recomendamos esta visita sin duda.
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