ADurante nuestro viaje a Polonia fue inevitable plantearnos la visita al campo de concentración de Auschwitz. No estábamos seguros de realizarla, sobre todo por Clàudia, y de si íbamos a ser capaces de soportarla. Pero también sentíamos la obligación de visitar el lugar y honrar a todas aquellas personas asesinadas por motivaciones políticas, religiosas, de raza o por su orientación sexual y que nunca fueron considerados seres humanos por sus captores. El escritor Antoni G. Iturbe, en su libro «La bibliotecaria de Auschwitz», describe de forma muy gráfica el campo de concentración como «esa fábrica de destrucción de vidas donde los hornos funcionan día y noche con un combustible de cuerpos«. Os explicamos a continuación cómo fue nuestra experiencia.
