Cuenta la leyenda que en el siglo XIV a. C. el azar quiso que un capullo de seda cayese en la taza de té de la joven emperatriz china Leizu. Al sacarlo desovilló el hilo del capullo y tuvo la idea de tejerlo. Esta poética casualidad daría inicio a la sericicultura, la cría del gusano de seda para producir capullos y finalmente obtener el preciado producto textil. La verdad es que ya desde el 3400 a. C. hay referencias a la cría del gusano en China, en sus vastas regiones de abundantes moreras. Durante 3000 años se mantuvo en China el secreto de su elaboración bajo pena de muerte hasta que unos monjes griegos guardaron en el interior de sus bastones unas semillas de morera y huevos de gusanos y trajeron al Mediterráneo el conocimiento de este arte.
